el círculo que subyase sobre si mismo

_a Silvia Zappia

Para aquellos que no me conocen me presento como Sebastián Dativo, tengo veintitres años y una vida y cordura que podemos discutir como normal. Lo cierto es que dicha discución puede poner en riesgo esta normalidad, a partir de ciertos hechos (actos, hechizos, días) que se sucedieron en las últimas semanas.

-Hasta aca es una simple presentación de lo que, en mi vida personal, resulta ser un fantasmal y concreto pilar. Es de su decisión, estimado y seguramente escaso lector, la de seguir navegando por estas letras que seguramente no lo lleven a ningún sitio y se transformen en tiempo perdido. Ya advertidos, prosigo.-

Digamos tres de mayo de este año a eso de las diez. Una mañana desapercibida donde la tarea de ir a revisar el correo (el real, ese de buzones y facturas vencidas y sí, cartas) era la única e inusual responsabilidad. Cierta persona, digamos Hèlene, tenía que devolverme una película y puesto que pasaba por mi casa mientras yo dormía sin saber de la existencia del mundo, utilizaría al buzón como puente y cumplimiento.
Hasta aca todo era aceptable bajo las leyes de lo posible, hasta el mero hecho de que la película estaba ahí como mi amiga había prometido (promesa que cuestioné de casi imposible).

Sin embargo, el buzón tenía otra sorpresa para mi y aca es cuando comienza lo que creo incomprensible.

En el buzón había también un sobre de papel madera que llevaba claramente mi nombre como destinatario y, en su reverso, contenía una firma de un alterego|personaje|desdoblamiento que suelo utilizar para contar las cosas que me resultan tan reales que no me animo a firmar con mi nombre real. -Que ironía hablar de real y de nombres, no es la cuestión pero vale la reflexión.-
Lo cierto es que con una caligrafía que anulaba toda posibilidad de broma, el sobre afirmaba que estaba enviado, alguno lo sospechará, por el trastornado Julio C. Pollet.

Ya en mi habitación y con una ansiosa pero intrigada prolijidad, saqué del sobre una hoja A4 sin renglones pero con una aparente escritura catártica alineada perfectamente en un azul opaco.
En primera instancia no me sorprendí de leer ciertos vicios y manías lingüisticas que suelo cometer al escribir. El emisor era un personaje de mi invención(como yo creía hasta el tres de mayo) y sin duda era mi estilo en pos de desarrollo el que dictaba el texto. El hecho desorientador era simplemente que yo no había escrito eso; además, claro, esto se justificab por mi incompetente capacidad para escribir con tinta y más aún sin renglones.
Lamentablemete para mi salud mental esa primera instancia netamente de estructuras no sería la culpable de la raiz y profundidad de mi intriga.

A continuación transcribiré la carta de Julio tal cual llegó a mis manos. Sabrán entender la impersonalidad que le dan (más en este caso) las letras digitales al texto prolijamente nervioso.
Sin más, la carta textual:

"Digamos que son las dos de la mañana y no puedo dormir. Me levanto, apurado a la heladera y un vaso de agua helada me termina por desvelar. En ese instante fuera de tiempo se me ocurre porque sí la idea de revisar el correo (el real, ese de buzones y facturas vencidas y sí, cartas).
El buzón estaba ocupado y lo que allí encontré me llevó a un terreno nebuloso, puesto que el hecho parecía tan fuera de posibilidades reales que tenía que ser obra de los sueños, uno de esos en que nos sentimos tan despiertos.
Sin embargo yo estoy despierto, el resto de las cosas está en su lugar y creo estar conciente escribiendo esto. Quizá puedas ayudarme.
Sabrás Sebastián que no puedo confiar esto a otra persona, de hecho espero abrir los ojos por la mañana y saber mentira este lapso, pero quien soy yo para juzgar mentira, quien sos vos para hacerlo. En fin.
Son las tres menos veinte y luego de leer y releer la carta que dormía fresca en el buzón decidí escribirte (un poco en presente y otro en un pasado -entederás inmediato-) lo que me sucedió en los últimos cuarenta minutos. No distingo si te escribo para saber si sos lo suficientemente sensible para entender mi sorpresa o si lo hago por una fuerza superior como la que me llevó a revisar el correo. Pensar las razones me lleva a otra vía de preguntas que temo contestar y no lo haré, obviamente, en este momento.
La carta resultó ser de un parrafo y consta (las conté) de 56 palabras. La misma está firmada por un personaje llamado Mr. Svenson que (hasta ahora) creía irreal pero que colmó de obsesiones mis últimos meses, si supieses hasta que punto, si supieras lo que ahora está provocando. El hecho de que nadie sabe de mi fantasía con este imaginario, desecho totalmente la idea de una broma.
Te transcribo textual el parrafo: "Querido Julio, son las dos de la mañana y no puedo dormir. Creo sabes de mi tendencia al suicidio y sabes también, supongo, que necesito vomitar mis verdades en forma de palabras para evitarlo. Por esta razón es que quiero agradecerte hoy por salvarme la vida, gracias por ser el círculo que subyase sobre sí mismo."

Espero Sebastián que puedas ayudarme a resolver este acertijo, hay ciertas cuestiones que no entiendo, principalmente que nosé si estoy loco y yo mismo escribí esta carta o si existe un verdadero Mr. Svenson y sabe quien soy o simplemente si vos existís y esto no es un sueño.
Sin más, espero puedas entenderme.

Mis más afectuosos saludos, Julio C. Pollet."


Luego de leer esta carta automaticamente tres cuestiones que creo son la solución a las inquietudes de Julio, vinieron a mi mente:

uno_ las ya planteadas similitudes de estructura lingüística y vocabulario, en algunos casos hasta textual.

dos_ cuando llegué a la oración "La carta resultó ser de un parrafo y consta (las conté) de 56 palabras", me asustó la coincidencia obsesiva y casi relacionada a la criptología de las cantidades y las palabras, que yo también estaba contando las palabras de la carta de Julio. (la cifra obviamente desapareció producto de la sorpresa).

tres_ a eso, digamos, de las dos de la noche anterior en que encontré la carta tuve la necesidad de revisar el buzón del correo y fué tal lo disparatado de la ocurrencia que no recuerdo si lo hice o realmente esperé a la mañana siguiente o escribi yo mismo todo.

Pasaron exactamente veinticuatro días desde aquel sobre papel madera y con el correr del tiempo se vuelven cada vez más nublados los recuerdos.

Lo cierto, y es la principal razón del nacimiento de este texto, es que hace un rato, digamos a eso de las dos, recibí una carta de Mr. Svenson que me pide ayuda porque cree que un tal Julio C. Pollet está por suicidarse.

Ya son las cuatro cincuenta y repasar los hechos no me ayudó de mucho, quizá todo sea un sueño, quizá yo sea en realidad un nexo tangible entre dos personajes imaginarios o quizá yo sea el imaginario en una historia de personalidades multiples de Julio C. Pollet o Mr. Svenson o quién sabe.
La verdad es que tampoco me importa, simplemente porque mi documento afirma que mi nombre es Hèlene Mertrié y yo no tengo ningún problema psíquico ni mucho menos existencial, por lo que me apiado de tu salud querido Sebastián y espero que entiendas lo que hoy escribí para vos.