los vecinos

en un contenedor que hay cerca de mi casa vive un vagabundo. todas las mañanas lo veo alimentar a sus cuatro gatos y regar una lavanda que tiene plantada en una lata de duraznos. cuando paso cerca lo miro, a los ojos. creo que es el hombre más feliz del mundo.

la tardenoche en buenos aires


a las siete y media empezaron a caer las primeras gotas. diaz despidió a su jefe y se metió al ascensor con victor y sonia. los planes eran cine o happy hour.
-mil disculpas, tengo visitas en casa.
diaz era un bicho raro, no le gustaba la gente. saludó a sus compañeros y se dejó mojar un poco por la garúa de tardenoche que era un alivio para la humedad que le pegaba la camisa al cuerpo. camisa arremangada y humedad buenos aires, lo único que se puede hacer en un día así es tomar una cerveza. solo, como todos los días.
el bar se llama El Mudo y a diaz le gusta por tres razones: el azúcar se sirve en terrones / el mozo se llama mario / nadie se mete con nadie.
diaz se sentó pegado a la ventana que da a florida, y mario lo recibió con la cerveza en la mano.
-que día de perros.
-sí, por lo menos mañana tendremos tema de conversación.
simple y conciso, eso le gustaba a diaz.
afuera empezaba a llover más fuerte. diaz tomó un trago largo y miró el chop agradecido. la humedad se deja llevar mejor con una cerveza fría -pensó- es como la sombra para la soledad.
ahora solo quedaba mirar a la calle, esperar a que se vaya deshabitando florida y a eso de las nueve volver al departamento. solo, con la sombra.
afuera era lo de siempre, señoras, ladrones, vendedores ambulantes, yuppis, perros y carteles. pero hoy llovía y ahora es torrencial. por suerte adentro no. otro trago y agradeció de nuevo. lo que sí, la vuelta iba a estar jodida. esperemos a que pare. por suerte esperar es fácil, le gente se comporta raro con la lluvia, y observarla es buen pasatiempo. más en buenos aires, más en el bar.
la cuestión es que el florista desalojó su puesto en tiempo record, y salió corriendo perdiendo algunas margaritas en el camino. algunos yuppis apurados corrían con los maletines sobre las cabezas protegiéndose del agua. la tormenta no cesaba, no daba respiro, y la impaciencia entre los amontonados en palliers y galerías se hizo notar. la primera valiente iba de botas. corrió entre los charcos seguramente rumbo a un estacionamiento o un taxi. la siguieron varios, algunos precavidos con paraguas, otros improvisados con bolsas de consorcio. la calle estaba repleta de valientes que huían de la lluvia como si ella no pudiese mojarlos. entre las corridas se ve a la señora de botas juntando las cosas de su cartera, seguramente un resbalón. en el suelo están desparramados los cosméticos y billetes y tarjetas y fotos y la gente corre como si nada pisando las margaritas. en ese momento se escucha un trueno y la señora se desespera más y un perro empapado olfatea sus cremas, la señora se queja y entre las corridas dos señores que chocan con los peligrosos paraguas ahora se empujan y protestan y la sangre aparece en segundos, la gente corre y uno de los yuppis rompe una botella para la pelea, el perro pisa los vidrios y queda tumbado. forcejeos y un hombre tropieza con el perro y la sangre en las margaritas, la señora grita, ahora son unos chicos que corren con su billetera y no hay taxis, nunca hay taxis cuando llueve y el estacionamiento no te va a dejar irte sin pagar y dónde están las llaves del auto. el tipo le clava al otro la botella en la panza y esos paraguas negros a la altura de los ojos son tan incómodos que entre agachadas la gente se queja y corre y no ve lo que pasa, bufan y alguno quiere ayudar al perro pero mierda cómo llueve y los alaridos de la señora se pierden entre la lluvia que cada vez golpea más y más fuerte en las margaritas que se deshacen como la sangre en el cemento y por favor ayúdenme, me roban y otro corte en el brazo. la señora pide que la ayuden mientras la pelea es entre muchos que ni se distinguen entre ellos y un policía intenta separar, pero quién es el policía si todos están de azul o de gris o de negro, llueve y siempre de negro como el maletín que golpea en la cara al policía que cae sobre la señora que grita, y una patada a la cara del tipo vestido de policía y la señora grita de nuevo, porque no me puedo ir sin las llaves del auto y por dios esta sangre. la señora gatea hasta una galería y se abraza a las rodillas y ve como los tipos se patinan y golpean al aire entre sangre y el perro que agoniza vomitando sobre lo que quedó de las flores. ahora en la lluvia se escuchan macanasos del policía empapado envuelto en ira y en sangre y otro golpe a las piernas de un tipo de traje con la cara deshecha y roja y todos de negro o de azul, cubiertos de sangre que es la misma del perro que no se va a salvar, como las margaritas o como las cremas de la señora, que ahora se levanta desesperada y golpea los vidrios de un bar, pide ayuda a los alaridos golpeando las puertas de un bar donde nadie la socorre, donde no nos interesa, porque adentro no llueve y solo es cuestión de esperar. porque claro, siempre para, en algún momento la tormenta para y alguien limpia el desorden. total mañana la humedad es la misma y el tema de conversación también, ¿cómo llovió ayer viste? no sabés lo divertido que estuvo el happy hour.

5 postas al oscuro destino de un lobo con mala suerte

>en un pasillo hacia una puerta oscura camina una niña con una bolsa repleta de dulces que se caen marcando el camino que sigue un lobo a solo unos pasos con los ojos blancos y el olfato prendido a esos dulces que caen de la bolsa de una niña que camina rumbo a una puerta oscura que es la boca del lobo.

>en una bolsa se amontonan dulces que por una extraña fuerza caen rebalsados al suelo para dejar que un lobo alcance a una niña que lleva una bolsa con dulces.

>en unos ojos blancos descansan los sueños ciegos de un lobo hambriento de buen olfato y mala elección que sigue el dulce camino a una niña con una bolsa.

>en una capa roja se esconde una mujer disfrazada de niña con colmillos de lobo y una bolsa que colmada de veneno.

>en una puerta oscura se esconde el destino de un hombre que se enamoró de la mujer equivocada.

secretos de terraza

Lucas se despertó con los gritos de Laura. Hacía un rato se había quedado dormido al sol en la terraza del edificio y de pronto un portazo y la voz chillona de Laura se complotaban con el sol y la transpiración en los ojos para despertarlo sobresaltado.
- ¡acá estás hijo de puta! ¿te pensaste que no me iba a enterar?
Lucas se friega los ojos. Quiere creer que es un mal sueño. Pero no. La cartera es real. Duele. Lucas intenta zafarse y cae de la reposera. Laura continúa con los gritos y los carterazos.
- ¡pará! ¿qué hacés? ¡¡Estás loca!!
Desde el suelo Lucas se protege con los brazos aceitados y logra escaparse de la ira femenina. Queda arrinconado contra un bajo muro de ladrillos. Abajo, trece pisos. Típico.
Laura está de frente a él. Llora desalmadamente. "siete años lucas, siete años, tenemos un hijo lucas".
- dejame por favor que te explique.
- qué me vas a explicar! callate, por favor callate, sos un hijo de puta.
Laura tiembla y saca de la cartera un revólver. Lo apunta y Lucas abre los ojos como nunca.
- por dios Laura pará, calmate, qué estás haciendo.
- te dije que te calles.
Lucas se calló*, de una vez por todas. Laura dejo caer el arma. No tenía balas.









*nota del autor: unas líneas antes de terminar el texto la letra "i griega" se salió del teclado. La "ll" es una solución momentánea.

los poetas siglo XXI

fue por curiosidad a ver un encuentro de poetas. a él le gustaba escribir. simplemente.
una persona conocida de conocida de, lo conocía. sonriendo le dijo "subí, leé". él se puso nervioso ante la mirada atenta y expectante del resto. sonrió, subió y no leyó, dijo: "sepan disculpar mi tartamudez, se debe a los nervios. no estoy acostumbrado a hablar en público, mucho menos ante uno tan culto, talentoso, academizado, reconocido y sin faltas de ortografía. aunque no quiera, este marco repercute en mi voz, será un trauma psicosocial, una sugestión de sentimientos encontrados, el desvelamiento de mi ser y la aprobación de los otros. discupen si no me hago entender, seguramente no tenga las herramientas suficientes para expresarme tan sutil y hermosamente como ustedes, ¡dios! que maravilla ha sido escucharlos, realmente no sé que hago acá parado. prefiero no leer, no estoy seguro de hacerlo. no porque no crea en mis palabras, sino porque siento que les estaría faltando el respeto. a las palabras, claro. les soy franco, en su momento las escribí por placer y creo que ahora, en mi caso, solo las utilizaría por reconocimiento. sería como sentarme en ese sillón, cruzar las piernas y con café en mano elogiar a miles davis. realmente no tengo ninguno de sus discos y voy a sentirme un mentiroso, porque sé que ustedes sí los tienen y realmente les gusta, por eso lo dicen. nuevamente me disculpo por no sentirme con el porte necesario y les agradezco enormemente la posibilidad tan amable que me brindaron de mostrar lo que me gusta hacer. muchas gracias".
las personas lo miraron de una forma extraña y no aplaudieron. él se sintió mal, había sido muy educado y había aplaudido a cada uno. quizá no entendieron su concepto, pensó; aunque seguramente era él quien no había sabido explicarlo. todos habían leído esas hermosas poesías y él subió con ese texto, tan falto de género y aprendido de memoria.
culpa suya sintió que se había generado un ambiente tenso e incómodo para todos. no entendía el por qué. prefirió irse. se quedó con ganas de comprar algún libro, había ido con esa intención, la de comprar un libro de estos nuevos, talentosos y reconocidos poetas.

los ecos

el paso de los días
va dejando maletas
ocupando habitaciones
)sin puertas ni ventanas(
de la memoria

y son momentos
-sonrisas
cicatrices-
son la sombra de un sauce
son la pelota en el patio
el eco, el tendal
la pared blanca
(descascarada)


el paso de los días
y sus arrugas
van soplando burbujas
-se agrupan
se dispersan-
en el vacío sin tiempo

pasan pero se quedan

y el almanaque
donde existía aquel tendal
-el patio
la pared blanca-
hoy moja mis manos
levemente
es un húmedo eco
que el aroma a sauce
trajo rebotando
a mis ojos descascarados

Las cerohoras en una noche estrellada

Escuché como los cuatro amigos deliraban teorías sobre las teorías. Era pasada la medianoche y ellos seguían acomodados en sus reposeras mirando el cielo diciendo cosas como:
_A lo mejor eso de ahí arriba es una cápsula negra enorme y las estrellas son las aberturas por donde podemos salir.
_Mirá si todo eso es una pantalla o un simple decorado de estudio y por años científicos y astrónomos nos vendieron una vía láctea.
_Capaz somos un gran hermano para extraterrestres.
_En ese caso tenemos la capacidad de ver por sobre la mano y reinventarnos todo el tiempo.
_¿Por crear un gran hermano o el sims?
_Claro, un show de truman donde todos somos truman pero no nos damos cuenta porque es en infinitas escalas, como un fractal.
_Para algunos todo es una ecuación. Estoy seguro de que algún matemático busca el signo mínimo que abarque todo el abanico.

Se quedaron callados.

Largos segundos después, uno de los jóvenes que no había comentado nada rompió el silencio
-me gusta pensar que detrás de esa capa hay otra reversamente distinta. Acá buscamos un qué, tras la capa buscaríamos un algo. El cielo sería una metáfora de lo que podríamos llegar a ser; pero no es real. El universo sería el macro de esta dimensión y las demás dimensiones solo serían puertas de este mismo escenario. Bendito condicional, todo es posible-. Rieron.
Otro amigo continuó pensativo
-el tema está en que si es infinito lo que imaginamos, cuán infinito es lo inimaginario-. Se quedaron callados otra vez. Tuve que correr a contárselo a mi jefe.

-Miren, un gato negro -dijo uno de los chicos.