culpable

la tierra vibraba con el veloz galope de la logia. los pocos que vieron por la ventana ponían manzanas en su boca. impotencia y pánico a la hora de la siesta.

Eran las tres en punto y Julio se paró delante del espejo triangular. Con prolijidad abrochó su camisa sintiendo a cada botón un preludio de lo inevitable. tanto había dado y ahora estaba sólo, vistiendose tranquilo para su ejecución.
Con un poco de sarcasmo se sintió privilegiado de saberse anunciado y así poder eliminar los nervios de la sorpresa y elegir conciente el embalaje del embalaje, esas ropas y harapos que cubrirían su piel y sus huesos para luego pudrirse en un cajón, en el vil armario de la tierra de los hombres. "capas dentro de capas", pensó, "hoy y siempre".

La puerta sonó estruendosa nuevamente, nadie por más que intentará podía hacerla sonar así, el lo percibía desde antes, esas manos eran garras y no entendía como podían confundir al resto, esa oscura y falsa imitación de los seres sin alma.

Salió tranquilo, sumiso y con la frente en alto. No protestó a las samarreadas y golpizas innecesarias que le proporcionaron antes de subirlo al caballo.
El sintió esa ira que provocaba su indiferencia y sorprendido pensaba en la paradoja imagen de cabríos sobre caballos negros y en como la gente se empeñaba en ver a caballeros y un delincuente.

y así fué como Julio desapareció del pueblo. Algunos rumores dijeron que murió de hambre en un calabozo, otros afirmaron verlo morir fusilado en el bosque. Sin embargo algún día se aclararía lo sucedido, en las páginas muertas de algún libro olvidado alguien entendería al fin que murió junto con otros, no importa como ni donde, pero que fué mirando al frente, con los ojos empapados de amor e injusticia, por saberse culpable, como los otros, de ver un elefante dentro de una serpiente cuando debía ver un sombrero, culpable de saberse ajeno a esa guerra empeñada en cortar raices y venas de pueblos dormidos y culpable de saber que volvería, como agua, luz o rayo del sol a empañarle la vista a los brujos.

a las mil en punto

por las tejas va bailando el antiguo relojero, va riendo por lo bajo mirando las gentes apuradas, gentes indecisas que se rien de lo que hicieron, dijeron y pensaron antes de que el antiguo relojero le de otra vuelta a la máquina.

son segundos durmiendo en los minuteros que van apurados para morir en horas, en días o en siglos. tan invisibles van, que aterciopelan al espacio, despacio y midiéndolo en tiempo.

el relojero sabe de capricho de los dioses, de portales en roperos o de besos de escollera.

por el momento, valga la redundancia, el extraño personaje sólo guiña el ojo a quien lo mira cómplice, a quien lo reconoce como nexo, a quien se muestre transparente e inflexible como el juguete que duerme en su muñeca.

es por esto que llegán esas extrañas cartas a tu casa, esas que remiten de una dirección inexistente, de una esquina imposible de aquella dimensión tan parecida a esta pero que vive paralela en cada una de las mentes en blanco y que hoy fluye por las manos.

sintiendo a las agujas alteradas te digo gracias

una más

julio se paró en la colina y miró fijamente la horizontal línea del horizonte. de pronto comenzo con la mente a desdibujarla, a crear nudos y parábolas. hizo que sus piés sean raices, que sus ojos sean espejos. entendió.

a partir de ese momento bajó al pueblo y sabiendo que la plebe no estaba apta aún para entender lo que él sentía, de manera que se propuso filtrar el mensaje a traves de los puentes que vaya construyendo.

esa tarde comenzó a escribir un libro, con unas pequeñas pistas dentro de una historia de amor, para que algún personaje de su cuento lo lea y siga el mismo camino que él atravezó.

se contentó al encontrar en tantas otras personas las mismas ganas, los mismos mensajes en diferentes actitudes y formatos. sin embargo, se contentó más al darse cuenta que esa tarde en la colina aprendió que la respuesta está absolutamente en todo, pero solo hay que saber mirar. en este caso la misión era no sólo aprender sino enseñar a mirar.

las metáforas y los cruces de historias fueron naciendo por sí solos, las palabras eran como aquel horizonte dispuesto a desdibujarse, pués ahora que Julio se sabía horizonte, se sabía palabras y se sabía lectores, ¿que impedimento podía tener de explicarse a sí mismo?

de esa manera fué dejando las huellas y siguió encaminado, hasta entender por completo eso de los que todos hablan pero se refieren de diferente manera.

después de todo no importaban los rótulos, si el hombre es creación y las palabras son del hombre. como pretender que el alfabéto llegue a todas partes si hay sensaciones que sólo se explican, por ahora, con una mirada.

sueños dentro de cuadros

hoy la tormenta es detro de casa.
bruma espesa, truenos rojos.


eran las once de la noche y dejó a su mujer en el primer piso. la mujer, desquiciada por demás, provocaba tanto con sus gritos como con el rouge rojo sangre desparramado por su cara.
la imagen se salia de sus ojos. buscó en el baño unas pastillas y se aferró a una botella de vodka escondida al fondo de la cocina. eso era lo unico que podia ingerirse, ya no quedaba nada más que deudas, abstinencia y la humedad de las paredes.
así como obligado se dirigió al sótano, ya no escuchaba los gritos, no le importaba tampoco.
cuando abrió la puerta lo aturdió el ruido. la música retumbaba en el pequeño cuarto que ahora parecía enorme.
una barra sutilmente iluminada lo esperaba a su izquierda. allí atendía un lobo y un cordero, ambos a la par sirviendo tragos para todos los presentes. miró a su alrededor como fascinado y asustado. un conejo enorme conversaba con un malabarista, a su lado unos jeques árabes que bailaban mientras unas damas de ojos brillantes les colgaba billetes en las túnicas.
empezó a caminar sin rumbo, entre montones de personas que lo saludaban, caras macábras, razgos demasiado asentuados en personas que ya concocía pero que no veía hace mucho.
al fondo su hijo lo miraba en silencio. automaticamente no vió otra cosa que ese rincón y corrió a buscarlo. el niño de unos eternos ocho años se metió en un cuarto contiguo y él abrió con locura esa puerta sin recordar el fallecimiento del pequeño.
la nueva puerta daba a una playa, una playa que el conocía pero no podía recordarla.
miró alrededor, en todas direcciones. tan sólo estaba él, una puerta detrás suyo y una infinita playa casi virgen acorralada por un pequeño pueblito con casas alejadas.
en el mar vió una silueta, su hijo lo mira callado, serio, sin gestos, sin alma y comienza a caminar mar adentro.
él corre a buscarlo desesperado pero el mar está furioso y le impide avanzar contra el niño que ya estaba hundiendo su cabeza caminando decididó hacia el fondo.
desde Sus piés comenzó a ennegrecerse el agua, de pronto todo el mar estaba oscuro y vibrante.
en el horizonte una pequeña elevación crecía lentamente. él no podía avanzar ni retroceder. quedó hipnotizado con aquella ola inmensa, majestuosa muestra de muerte inevitable.
comenzó entonces a recordar, las épocas felices, el verano en el campo, su hijo, los juegos, el mar, aquel descuido, la mano levantada en las profundidades del mar, la impotencia, el llanto, el quiebre, la locura, la convivencia destruida, los vicios, la muerte en vida.
la ola se levantó ya inmensa, firme frente a él con una fuerza descontrolada decidida a revolcarlo hasta perder la razón.
en el momento del impacto él abrió los ojos.
transpirado y temblando tardó más de lo normal en reincorporarse y darse cuenta que estaba en su cama. seguía sintiendo a esa ola parada frente a él, desparramado con una botella de vodka a su lado y la ventana retumbando como un tambor con el juego de las persianas y la tormenta.
miró el reloj en la pared. quizá ese antiguo reloj era lo único que funcionaba o lo único que quedaba en la casa.
el reloj titubeaba las once de la noche. no entendió la coincidencia o la incoherencia del hecho.
sintió un ruido de llaves, y unos tacos desnivelados que subían rapidamente a la habitación.
entró la mujer totalmente desquiciada, empapada y la cara desprolija de rouge rojo sangre y un gesto que daba miedo. gritos desesperados.
él la corrió de la puerta con fuerza y buscó las pastillas, casi premeditado, casi premonición.
repitió los pasos del sueño, conciente de eso o no, llegó al sótano en busca quien sabe de que.
allí encontró esta vez un sillón antiguo, individual como de un rey. al frente, un polvoriento televisor pequeño donde el estaba filmado en vivo, en ese lugar, en ese momento.
buscó intrigado la camara pero no estaba, no podía encontrar el lugar exacto del que lo filmaban, pero ahi estaba, parado frente al televisor en ese sótano imposible.
se sentó entonces en el sillón y se metió en las imagenes. una a una y distorcionadas vió entre flashes al lobo, al cordero, a los árabes, un libro de cuentos, su hijo corriendo al mar, un teatro, un calendario marcado, ropa de fiesta, ropa de luto y de golpe en vivo de nuevo, esta vez desde el cuarto del primer piso.
la imagen era borrosa, como arañada, pero se distinguía su mujer llorando sentada en la cama con un calibre 38 en su falda.
la imagen se alternaba con un primer plano del reloj que mostraba las once y diez. de nuevo la mujer, de nuevo el reloj.
la imagen sigue a la mujer que se levanta callada, chorreando del vestido agua y sangre.
ve como baja las escaleras y como baja las próximas escaleras y se detiene en el sótano.
la puerta se abre. los dos estan en la imagen, el de espaldas, ella apuntando al sillon.
se levanto lentamente y la miro a los ojos. a ella le temblaban las manos y los ojos.

el disparo dió en el abdomen, por lo que al caer al suelo estaba aún conciente para ver como ella se dirigía el 38 a la cien y apretaba el gatillo.
se sintió impotente de no hacer nada, como aquella vez en el mar, como aquel fin de semana en la terminal.

una vez más se dejó desangrar, pero esta vez mirandose en el televisor, que alternaba su imagen en el suelo con la de una mujer vestida de domingo tirando flores al mar.

eran las once y media de la noche. hora exacta de su nacimiento y de su muerte.
el hombre abrió los ojos y estaba en su cama. salió corriendo a la calle.

reconstrucción del día Z

quitate las esposas corazón, que ya nadie está mirando. sacudete el polvo al fin, que todo ha terminado.



el mundo debastado. entre los escombros los sobrevivientes miran el cielo y al resto, el ruido es de soledad, el contexto es la foto perfecta de un alterado renacer.
algunos gritos, algunos llantos. nadie repara en las vidrieras desparramadas, en el incomodo descanzar de los autos de su cuadra.
comienza un largo camino, un rearmado absoluto, un cambio total.
los próximos días serían vedettes las suposiciones y las explicaciones. Por ahora nos ocupariamos de reagruparnos, de encontrar a los nuestros que a este punto eran todos.
el peso de lo que acontecía se notaba en el caminar lento pero decidido, sería un sincronizado trabajo general sin organización previa. cada puesto estaba cubierto de alguna manera. todo comenzaba a crecer, de nuevo.

tanto habían esperado y había sido real, escandalosamente real.

en una iglesia sin cruces, entre unas velas y algunas pocas luces desvelando las noches en el galpón, una de las multitudes se reunía en familia, entre frazadas y colchones que eran también heroes de la catástrofe.
pese a las pérdidas, se percibía el júbilo, el aferrarse a los giros de la suerte y saberse más fuerte que lo inevitable. prácticamente luego habría tiempo para lamentos y retroceder en la memoria a buscar y llorar a los que se quedaron.

de golpe alguien cortó el murmullo, un hombre cualquiera que miraba como el resto se paró en medio de los cansados y levantó un pequeño vaso plástico. el hombre de unos cuarenta, con una barba desprolija y unos párpados cansados de más dijo en tono sincero: "quiero decirle gracias a todos, por tener esa convicción de mantenerse despiertos pese a todo, gracias por ser mi familia hoy, por compartir conmigo y con todos esta fuerza que nos impulsará a sobreponernos sin dejar de intentar, gracias de verdad a cada uno de ustedes por animarse sin condiciones a sentir que somos uno".
la sensibilidad salió de su caja de cristal, se sucedieron los abrazos y los besos y las lágrimas, parte amargura pero gran parte felicidad. no importaba quien estaba al lado para saber que en realidad importaba más que nadie. cada uno era parte de todos.

"¡Corten!", derramo el director, "perfecto, exelente, descansamos"
la voz del director transmitió mucho más que una orden, realmente la escena había sido especial´. "magia" pensó.
Todos habían pensado lo mismo, desde los camarógrafos, hasta cada uno de los actores y principalmente ese grupo de espectadores invitados, esos viejos valientes que caminaban lagrimeando recuerdo hasta sus nietos que también lloraban en el set.

siempre que paró, llovió

tal vez no se trate de inicios y finales, quizá séan hechos en el aire perdidos en la línea temporal que no tienen una uniòn palpable. Tal vez nos acostumbramos a ordenar las partes, a armar los rompecabezas y sin embargo no había necesidad.

hay hoy en la misma ciudad dos pechos racionales, dos cambios con distintos caminos de pólvora y una misma llama que los alcanzará. el orden del desenvolvimiento de estos cambios será el reponsable de la suerte de una escena en el aire mucho más bella, intensa y única que otras.

por un lado el valor, por el otro el orgullo, quien deja dilatar al aire esperando quien sabe que señal y quien se está cansando de poner en ese aire todas las intenciones.

uno capta, otro sangra. luz intermitente, puerta abierta.

flautas

su tarea es borrar huellas firmes, dispersar las ganas y los nexos y atraer todas las miradas a la caja boba de morbo y frivolidad.
la tv seria la flauta y nosotros los ratones, la sangre y las faldas son conversación que llena los almuerzos, comentarios de ascensor, son los tristes ingredientes que enmarcan nuestros días.
como hacer entender, como hacerlo si tendemos irreversiblemente a alejarnos por chocar tantas veces contra ese muro de simple atención por cansancio. se agrupan paladines, alfiles y sombras. se aburren pero se estancan los vigías del sillon y el zaping.
espero que no sean las consecuencias quienes pellizquen derepente, que no sea el flotar de las ciudades quien despierte a las masas.
rara mente, raza siente, masa ciega

ie

ciclos constantes, variables, ciclos.
hoy nuevo de nuevo. mañana polvo, aleteo, vivo de nunca.

estaba empañada cada conexión entre cada escena, cada eslabon se unía virgen, una rara magia de transmitir con un contenido inexplicable.
en definitiva, para que lo importante, para que el legado llegue a quien debe, ciertos magos suelen poner un laberinto adelante, un laberinto cubierto de enigmas y símbolos que será inevitablemente explorado por desconocidos valientes, por hèroes anònimos que buscan en todas partes las llaves y los barcos.

y hoy navego tranquilo jugando con el llavero más útil de todos.-