sueños dentro de cuadros

hoy la tormenta es detro de casa.
bruma espesa, truenos rojos.


eran las once de la noche y dejó a su mujer en el primer piso. la mujer, desquiciada por demás, provocaba tanto con sus gritos como con el rouge rojo sangre desparramado por su cara.
la imagen se salia de sus ojos. buscó en el baño unas pastillas y se aferró a una botella de vodka escondida al fondo de la cocina. eso era lo unico que podia ingerirse, ya no quedaba nada más que deudas, abstinencia y la humedad de las paredes.
así como obligado se dirigió al sótano, ya no escuchaba los gritos, no le importaba tampoco.
cuando abrió la puerta lo aturdió el ruido. la música retumbaba en el pequeño cuarto que ahora parecía enorme.
una barra sutilmente iluminada lo esperaba a su izquierda. allí atendía un lobo y un cordero, ambos a la par sirviendo tragos para todos los presentes. miró a su alrededor como fascinado y asustado. un conejo enorme conversaba con un malabarista, a su lado unos jeques árabes que bailaban mientras unas damas de ojos brillantes les colgaba billetes en las túnicas.
empezó a caminar sin rumbo, entre montones de personas que lo saludaban, caras macábras, razgos demasiado asentuados en personas que ya concocía pero que no veía hace mucho.
al fondo su hijo lo miraba en silencio. automaticamente no vió otra cosa que ese rincón y corrió a buscarlo. el niño de unos eternos ocho años se metió en un cuarto contiguo y él abrió con locura esa puerta sin recordar el fallecimiento del pequeño.
la nueva puerta daba a una playa, una playa que el conocía pero no podía recordarla.
miró alrededor, en todas direcciones. tan sólo estaba él, una puerta detrás suyo y una infinita playa casi virgen acorralada por un pequeño pueblito con casas alejadas.
en el mar vió una silueta, su hijo lo mira callado, serio, sin gestos, sin alma y comienza a caminar mar adentro.
él corre a buscarlo desesperado pero el mar está furioso y le impide avanzar contra el niño que ya estaba hundiendo su cabeza caminando decididó hacia el fondo.
desde Sus piés comenzó a ennegrecerse el agua, de pronto todo el mar estaba oscuro y vibrante.
en el horizonte una pequeña elevación crecía lentamente. él no podía avanzar ni retroceder. quedó hipnotizado con aquella ola inmensa, majestuosa muestra de muerte inevitable.
comenzó entonces a recordar, las épocas felices, el verano en el campo, su hijo, los juegos, el mar, aquel descuido, la mano levantada en las profundidades del mar, la impotencia, el llanto, el quiebre, la locura, la convivencia destruida, los vicios, la muerte en vida.
la ola se levantó ya inmensa, firme frente a él con una fuerza descontrolada decidida a revolcarlo hasta perder la razón.
en el momento del impacto él abrió los ojos.
transpirado y temblando tardó más de lo normal en reincorporarse y darse cuenta que estaba en su cama. seguía sintiendo a esa ola parada frente a él, desparramado con una botella de vodka a su lado y la ventana retumbando como un tambor con el juego de las persianas y la tormenta.
miró el reloj en la pared. quizá ese antiguo reloj era lo único que funcionaba o lo único que quedaba en la casa.
el reloj titubeaba las once de la noche. no entendió la coincidencia o la incoherencia del hecho.
sintió un ruido de llaves, y unos tacos desnivelados que subían rapidamente a la habitación.
entró la mujer totalmente desquiciada, empapada y la cara desprolija de rouge rojo sangre y un gesto que daba miedo. gritos desesperados.
él la corrió de la puerta con fuerza y buscó las pastillas, casi premeditado, casi premonición.
repitió los pasos del sueño, conciente de eso o no, llegó al sótano en busca quien sabe de que.
allí encontró esta vez un sillón antiguo, individual como de un rey. al frente, un polvoriento televisor pequeño donde el estaba filmado en vivo, en ese lugar, en ese momento.
buscó intrigado la camara pero no estaba, no podía encontrar el lugar exacto del que lo filmaban, pero ahi estaba, parado frente al televisor en ese sótano imposible.
se sentó entonces en el sillón y se metió en las imagenes. una a una y distorcionadas vió entre flashes al lobo, al cordero, a los árabes, un libro de cuentos, su hijo corriendo al mar, un teatro, un calendario marcado, ropa de fiesta, ropa de luto y de golpe en vivo de nuevo, esta vez desde el cuarto del primer piso.
la imagen era borrosa, como arañada, pero se distinguía su mujer llorando sentada en la cama con un calibre 38 en su falda.
la imagen se alternaba con un primer plano del reloj que mostraba las once y diez. de nuevo la mujer, de nuevo el reloj.
la imagen sigue a la mujer que se levanta callada, chorreando del vestido agua y sangre.
ve como baja las escaleras y como baja las próximas escaleras y se detiene en el sótano.
la puerta se abre. los dos estan en la imagen, el de espaldas, ella apuntando al sillon.
se levanto lentamente y la miro a los ojos. a ella le temblaban las manos y los ojos.

el disparo dió en el abdomen, por lo que al caer al suelo estaba aún conciente para ver como ella se dirigía el 38 a la cien y apretaba el gatillo.
se sintió impotente de no hacer nada, como aquella vez en el mar, como aquel fin de semana en la terminal.

una vez más se dejó desangrar, pero esta vez mirandose en el televisor, que alternaba su imagen en el suelo con la de una mujer vestida de domingo tirando flores al mar.

eran las once y media de la noche. hora exacta de su nacimiento y de su muerte.
el hombre abrió los ojos y estaba en su cama. salió corriendo a la calle.

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