a las mil en punto

por las tejas va bailando el antiguo relojero, va riendo por lo bajo mirando las gentes apuradas, gentes indecisas que se rien de lo que hicieron, dijeron y pensaron antes de que el antiguo relojero le de otra vuelta a la máquina.

son segundos durmiendo en los minuteros que van apurados para morir en horas, en días o en siglos. tan invisibles van, que aterciopelan al espacio, despacio y midiéndolo en tiempo.

el relojero sabe de capricho de los dioses, de portales en roperos o de besos de escollera.

por el momento, valga la redundancia, el extraño personaje sólo guiña el ojo a quien lo mira cómplice, a quien lo reconoce como nexo, a quien se muestre transparente e inflexible como el juguete que duerme en su muñeca.

es por esto que llegán esas extrañas cartas a tu casa, esas que remiten de una dirección inexistente, de una esquina imposible de aquella dimensión tan parecida a esta pero que vive paralela en cada una de las mentes en blanco y que hoy fluye por las manos.

sintiendo a las agujas alteradas te digo gracias

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