julio se paró en la colina y miró fijamente la horizontal línea del horizonte. de pronto comenzo con la mente a desdibujarla, a crear nudos y parábolas. hizo que sus piés sean raices, que sus ojos sean espejos. entendió.
a partir de ese momento bajó al pueblo y sabiendo que la plebe no estaba apta aún para entender lo que él sentía, de manera que se propuso filtrar el mensaje a traves de los puentes que vaya construyendo.
esa tarde comenzó a escribir un libro, con unas pequeñas pistas dentro de una historia de amor, para que algún personaje de su cuento lo lea y siga el mismo camino que él atravezó.
se contentó al encontrar en tantas otras personas las mismas ganas, los mismos mensajes en diferentes actitudes y formatos. sin embargo, se contentó más al darse cuenta que esa tarde en la colina aprendió que la respuesta está absolutamente en todo, pero solo hay que saber mirar. en este caso la misión era no sólo aprender sino enseñar a mirar.
las metáforas y los cruces de historias fueron naciendo por sí solos, las palabras eran como aquel horizonte dispuesto a desdibujarse, pués ahora que Julio se sabía horizonte, se sabía palabras y se sabía lectores, ¿que impedimento podía tener de explicarse a sí mismo?
de esa manera fué dejando las huellas y siguió encaminado, hasta entender por completo eso de los que todos hablan pero se refieren de diferente manera.
después de todo no importaban los rótulos, si el hombre es creación y las palabras son del hombre. como pretender que el alfabéto llegue a todas partes si hay sensaciones que sólo se explican, por ahora, con una mirada.
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