quitate las esposas corazón, que ya nadie está mirando. sacudete el polvo al fin, que todo ha terminado.
el mundo debastado. entre los escombros los sobrevivientes miran el cielo y al resto, el ruido es de soledad, el contexto es la foto perfecta de un alterado renacer.
algunos gritos, algunos llantos. nadie repara en las vidrieras desparramadas, en el incomodo descanzar de los autos de su cuadra.
comienza un largo camino, un rearmado absoluto, un cambio total.
los próximos días serían vedettes las suposiciones y las explicaciones. Por ahora nos ocupariamos de reagruparnos, de encontrar a los nuestros que a este punto eran todos.
el peso de lo que acontecía se notaba en el caminar lento pero decidido, sería un sincronizado trabajo general sin organización previa. cada puesto estaba cubierto de alguna manera. todo comenzaba a crecer, de nuevo.
tanto habían esperado y había sido real, escandalosamente real.
en una iglesia sin cruces, entre unas velas y algunas pocas luces desvelando las noches en el galpón, una de las multitudes se reunía en familia, entre frazadas y colchones que eran también heroes de la catástrofe.
pese a las pérdidas, se percibía el júbilo, el aferrarse a los giros de la suerte y saberse más fuerte que lo inevitable. prácticamente luego habría tiempo para lamentos y retroceder en la memoria a buscar y llorar a los que se quedaron.
de golpe alguien cortó el murmullo, un hombre cualquiera que miraba como el resto se paró en medio de los cansados y levantó un pequeño vaso plástico. el hombre de unos cuarenta, con una barba desprolija y unos párpados cansados de más dijo en tono sincero: "quiero decirle gracias a todos, por tener esa convicción de mantenerse despiertos pese a todo, gracias por ser mi familia hoy, por compartir conmigo y con todos esta fuerza que nos impulsará a sobreponernos sin dejar de intentar, gracias de verdad a cada uno de ustedes por animarse sin condiciones a sentir que somos uno".
la sensibilidad salió de su caja de cristal, se sucedieron los abrazos y los besos y las lágrimas, parte amargura pero gran parte felicidad. no importaba quien estaba al lado para saber que en realidad importaba más que nadie. cada uno era parte de todos.
"¡Corten!", derramo el director, "perfecto, exelente, descansamos"
la voz del director transmitió mucho más que una orden, realmente la escena había sido especial´. "magia" pensó.
Todos habían pensado lo mismo, desde los camarógrafos, hasta cada uno de los actores y principalmente ese grupo de espectadores invitados, esos viejos valientes que caminaban lagrimeando recuerdo hasta sus nietos que también lloraban en el set.
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