Los martes

Hay una puerta, detrás otra puerta, detrás una escalera caracol. Allí comienza un mundo subterráneo donde coexisten una esfera de cielo y las raíces de la raíz. En algún lugar de ese mundo hay un pasaje, confundido entre pasajes, que lleva a un laberinto. En el centro del laberinto hay una escalera entre escaleras que desciende al núcleo. Ahí descansa una bola de fuego que ilumina tres caminos de un jardín que llevan a la misma montaña. En ella espera un puente entre puentes que desemboca en una luna de agua, justo donde se reinventan el eco y los colores primarios. Entre las profundidades del eco nace un pasadizo que conduce al silencio. Ahí conviven una soga, la noche y el más allá. Mas allá hay nada, un par de coronas, el monte Olimpo. Desde el monte se divisa un túnel detrás de un armario entre armarios. El túnel lleva a una calle sin salida. Allí hay una puerta, detrás otra puerta, detrás una escalera caracol.

La respuesta a volver por el mismo camino

En tus ojos color infinito, me perdí.
Remé desesperado por el purgatorio, entre fotos sin luz ni sombra, sintiendo que estaba cerca aunque no viese las puertas ni las montañas ni el horizonte.
Llegué al reverso de las cosas, llegué sin saberlo, y seguí buscando.
De lejos miré hacia atrás (hacia adentro). Era Abril.
En el margen de una hoja escribí con grafito: "afuera la vida sigue, eso es todo y nada se le parece". Luego taché la frase con lapicera y olvidé lo que había escrito.
En un rincón jugue con dos magnetos, entonces entendí que de un lado del polo estaba el todo y la nada, en el extremo los extremos y del otro vos y yo. Vos espacio y yo perdido en tus ojos color infinito. Era Julio.
En mi isla no hacía más que leer. Letras vivas letras muertas, frases en voz baja. Seguía buscando en la distancia entre las palabras la ruta por la que vine, la última estación. Ahí descubrí un tren extraño vestido en sepia. Cuando descubrí de lo que en realidad se trataba le dije: llevame lejos, me bajo en marte.

Hoy es hoy. Busco en el loquero para cuerdos ese libro para seguir volviendo. Me retumba una frase que no recuerdo, que deje tachada en una carta para vos. Ahora, creyendo que las líneas no existen, no me conformo con ir y busco un portal.
Basta de trenes, de infinitos y silencios. Es abril, Esperame.