una mesa de café

esa guitarra era una gata en celo.
el quinto whiskie era una invitación de la casa y la mesa estaba justo donde debía estar.

Julio intentaba reacomodar los hechos. Había sabido dejarse llevar por un incomprensible camino de actos casuales en algo que parecía ser un terreno causal.
Comenzó pensando en su cama, en lo dificil que se hacía el sueño siempre un paso adelante y con tan pocas cosas que pensar. la incomodidad del colchón y el amanecer de la luna a la par, como un comienzo oscuro que no quería presentir.
Pues claro, eran pasadas las dos de la mañana, era martes y era el fin de un día muy largo. En seis horas debería sonar el despertador, el fastidio, la espuma de afeitar, el desayuno apurado, la bocina, la corbata y una nueva mañana. pero no.
la cama seguía incomoda y la luna ya estaba amanecida.
el sonido del teléfono, el descolgar, el silencio, la incertidumbre. las dos de la mañana y ponerse la bufanda y salir a caminar.

El café hubiese pasado desapercibido. pero no. la mujer y su vestido negro entró con apuro y Julio sin saber como entro hechizado. Un señor que dormía de día lo acompañó con su traje barato hasta la mesa para dos al lado de lo que parecía un escenario. la mesa estaba en penumbras y el whiskie era escocés. pero no.
De todas formas la mesa estaba bien, la guitarra parecía una gata en celo y la mujer de vestido negro estaba justo donde Julio podía verla, iluminada por una luz barata, con las piernas cruzadas y acompañada. Pero no.

Julio se sonrió. La mesa era para él y la mesa era para ella. El lugar parecía destinado y el tal James tocaba cada vez mejor, a la par de un whiskie que sabía cada vez mas rico y una imagen cada vez más fuera de si. Todo tan sincronisado que era cuestión de seguir dejandose llevar para terminar acostado con la mujer de vestido negro, que debería llamarse Elizabeth o Julieta o quien sabe pero que sin saberlo acabaría despertandose en la casa de un extraño. Peor no. Un extraño no.
Esa espalda el jamás la había visto, pero la conocía, el guitarrista enmarcaba la noche para ambos sin saberlo pero si.

Julio seguía pensando en los "porque" de la situación, desde su cama hasta la mesa y el whiskie invitado cuando se sucedió tan claramente lo que debía. El acompañante de la mujer de esa noche (la única mujer, tan única entre ese resto) caminó al baño permitiendo que Elizabeth o Julieta o quien sabe juegue a recorrer el salón con la mirada y se pose en Julio, a quién la sombra le pintaba medio rostro y la bufanda escocesa como el whiskie estaba prolijamente doblada sobre la mesa para dos.

y fué mirarse, y fué la incomodidad de la cama a las dos y la comodidad a las cinco. en tres horas en que desfilaron la noche el teléfono el silencio la luna la bufanda el vestido negro como la noche y la luna y el silencio y la guitarra como una gata en celo y una mujer como una gata como una noche y esa mesa para dos desde la que Julio no tubo más que mirar a los ojos a quien dijo ser Laura para decirle cuanto la conocía y cuanto quería conocerla, para que ambos salieran de un bar en el que un hombre nunca saldría del baño y un tal James seguíria citando a Ray y un señor que dormía de día reiría al verlos salir y sentirse participe de la noche. la noche. pero no.

Laura resultó ser más de lo que imaginaba y la cama era tan comoda y los labios rojos.

El despertador sonó previsible y Julio se despertó con el fastidio de siempre, sólo en la cama. Ni un rastro de la mujer de vestido negro, ni siquiera del whiskie ni del humo de la noche anterior.

Tan extrañas habían sido las horas pasadas que hasta comenzó a preocuparse por no saber reconocer entre sueño y realidad. Como unas horas de Dalí, en las que todo pudo haber pasado pero no. El teléfono había sonado realmente o fué el punto exacto de inicio de un sueño tan real que lamió la piel.

Cuando todo parecía una mañana de martes, cuando todo fué una nebulosa, Julio tomó la espuma de afeitar en la ventana espejo y al cerrar vió su cara cansada sonreirse jugando al figura fondo con unos siete números escritos en rouge rojo. pero sí.

2 comentarios:

  1. y no por real tiene que ser cierto.



    muy buena historia, muy bien contada.
    me gustan su urbanidad y los distintos planos.

    un beso*



    (ya te llegará una invitación para participar en El Taller, agradezco tu visita)

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  2. Y... Julio dijo, cuando se ama larga y dulcemente, cuando se quiere llegar al término de un paulatina esperanza, es lógico que las distancias se midan en años caracol, como lo hicieron Lucas y Margarita...nadie se explica el por qué no eligieron los años luz como se mide la distancia entre los astros... pero es tiempo de arrojar ese silencio caracol ahogado en una bufanda...
    Nos regalas unos textos impecables, besos caracol...

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