Los nudos en la garganta

Veo un rincón en la casa, habitado por sí mismo. Me llama la atención.
Sólo es un rincón, ni más ni menos. Por eso.
Me gusta pasar tiempo ahí, junto a la estufa escuchando a la casa temblar con la lluvia lloviendo.
El ritual comienza un rato antes de la primeras gotas.
Una chomba color gris con dos botones blancos abrochados simétricamente, un pulover negro que se camufla con los pantalones y los zapatos del mismo color. Los zapatos son un poco más negros que el resto y están atados con un solo nudo que a su vez coincide con una cuerda blanca que veo bajo el sillón.
El sillón queda en la misma esquina pero prefiero no sentarme. Me ubico cómodamente entre el sillón y la estufa, de espaldas a la pared, poniendo mis manos sobre la estufa con las palmas que tiemblan mirando a la pared que también tiembla como las manos.
La casa cruje, la lluvia llueve. Ya pasó un rato desde las primeras gotas.
El rincón es una presencia más en la casa, casi como la lluvia. Yo estoy en la primera fila del rincón, vestido de negro pisando la cuerda, mientras el nudo de mis zapatos pisa mis pies y los botones mi cuello.
Sin embargo en esa escalera de nudos y pisadas, presión tensa por desatarse o tirar de las puntas hasta explotar, hay algo por fuera, algo más intenso. Un nudo.
La garganta trabaja lentamente intentando digerir al rincón y a la lluvia. EL nudo de la garganta sabe de la cuerda y de la lluvia.
Ahora recuerdo porque no me siento en el sillón de la esquina, la lluvia me lo dice junto con el claro de luz que pega en el portaretrato.
Acá nos sentábamos, allá está tu foto.
Ahora recuerdo el ritual y la cuerda.
El recuerdo todojunto me hace sentir con ganas de salir a la lluvia, de llevar el rincón afuera y gritar a la tormenta, insultarla y preguntarle las gracias y desaparecer. Pero las manos tiemblan como las paredes y la casa mira tu foto desde el rincón. Especialmente en los días de lluvia, aunque afuera el sol raje la tierra.

Debajo de las alfombras mágicas también hay basura que nadie quiere barrer.

cosas de soñar

A veces sueño que sueño.
Despierto dormido, imagino dentro del sueño que puedo despertar.
Abro los ojos y sigo soñando.
A veces pierdo la noción, me pierdo en los planos, me confundo de escena.
Lo irreal tan neblinoso y lejano se vuelve concreto, lo real con sus leyes se vuelve refutable.
Cierro los ojos y sigo soñando.
Pregunto a la imaginación. Protesto. Repregunto y protesto.
"Las cosas no son sólo como las veo. Quizá ni siquiera son o ni siquiera las veo. Las cosas son indefinibles, esa es su definición. Las cosas son como son".
Despierto al último plano, el mismo de siempre: Ahora.

En la contradicción de aceptar las palabras, duermo al tiempo en una bola de cristal leyendo un cuento sobre "El crear de lo inimaginable". La bola la arrojo al mar y en ese mismo momento me doy cuenta, me percato, me encuentro ante la inesperada situación de saberme soñando: no puedo dormir al tiempo, no puedo volar sobre el mar.
O si?
Cierro los ojos.
Los abro.
Estoy en el mismo lugar, y una parte de mi sentado entre cubos pregunta, escribe, me escribe, sueña que crea lo inimaginable, justo en el mismo instante.
El mismo instante eterno, infinito, irreal: Ahora.

Los segundos martes

Ayer, lunes feriado, recibí otra carta de Mr. Svenson.
Textual transcribo:

Estimado:
Encontré en mi puerta un baúl de madera con apliques de bronce. Dentro tenía una carta y un ovillo sin puntas. El ovillo era de lana color azul, azul marino. En medio de sus nudos tenía enmarañado un pequeño papel que decía:
"Existen verbos tan importantes que me ayudaron a construir mi teoría más cierta: No existen verbos más importantes que otros".
La carta era una suerte de historia sin destinatario. La primera frase decía:
"Ayer, lunes feriado, recibí otra carta de Mr. Svenson".
Atentamente, vos.

Nuevamente esta carta me lleva a un puzzle circular de piezas ficticias: un baúl de madera, un ovillo sin extremos. El bronce azul, azul marino. Los verbos.
Comienzo a creer que el tal Mr. Svenson existe realmente, así en carne y hueso o en bronce o sin extremos. Pero existe, eso creo.
Entonces yo, otra pieza, otro ovillo buscando sus puntas en una carta sin destinatario. Yo soy el tácito destinatario, yo azul, yo en un baúl de madera.
Ahora recuerdo, un acertijo sin salida, el mar, yo era Mr. Svenson escribiendo una carta y tirándome al mar, azul, azul marino. Yo Mr. Svenson en un baúl de madera escribiendo una carta.


El punto esencia del asterisco punk

Los caprichos de Pangea

>Una mañana de lunes encontré bajo mi almohada un poema anónimo.

Decía masomenos así:

Hoy es eternidad, mañana veremos.
Es de azul profundo,
(el punto que absorbe)
Es de amarillo luz, su reflejo.

Es tanto para como por
Tanto dentro como fuera
Incontables capas y (entretanto)
Los caprichos de Pangea.

Uno en el espiral miluno.
Tu papel en el papel / La letra "x"
Y milún senderos de jardín
...
más

Esa manera de respirar
de tu punto azul absorbiendo la luz
(la letra "x") es una menos
de las trilladas formas de decir de nuevo
que hoy apenas somos infinitos
y mañana,

mañana veremos.