Con la llegada del calor y su sincronizada coordinación con las vacaciones, mi ciudad sufre una invasión extrema de personas. A estas personas las denominamos Turistas. Son los consumidores temporarios y responsables del ingreso económico que necesita la ciudad para su mantenimiento durante el año. Estos ingresos son inversamente proporcionales al capital necesario para la reconstrucción y reparación de las consecuencias provocadas por ellos mismos. Lo que me llama verdaderamente la atención es ese especial comportamiento de la ciudad como envase descartable. Con los primeros días de Enero la ciudad comienza a recibir a los turistas. Los acomoda verticalmente y conglomerados en el centro. A medida que se completan las cajas del centro, los turistas se diseminan hacia el macrocentro, hacia los extremos, hasta la periferia, hasta el borde. La ciudad se llena. La gente lo sabe y lo repite " que loquero esta ciudad ahora, se llenó de golpe". El tema es que sigue llegando gente. Más gente, más movimiento, más velocidad. Autos, bicis, bocinas, reposeras, corridas, frenadas, semáforos, heladeritas. La ciudad rebalsa. La ciudad comienza a escupir gente. Desde el borde, infinitos bordes, los turistas caen. Caen hasta la insolación, hasta la pelea en esquina, hasta la camioneta recostada en la esquina de mi casa, cortando la calle con los vidrios rotos. Caen fuera de los límites de un envase descartable maltratado.
Llega Febrero. Progresivamente por un embudo las personas acumuladas comienzan a salir en fila de hormiga por la ruta, fila india. Primera, segunda, freno, bocina. Primera, segunda. La invasión culminó. De acá, los papeles, la cuerda al reloj del aburrimiento, paz esperada para la paciencia de la reconstrucción. El turista vuelve a su casa a tocar la bocina. El de la camioneta no volvió.
Mientras otros entran a esta ciudad que fue casi virgen en Enero y es ahora una ruleta destartalada, le comento mi visión a una amiga que, de su particular manera, me responde lo siguiente.
Y esas personas se dicen: "Me voy a tomar un descanso. Voy de vacaciones..."
ResponderEliminarEl mismo estrés y quilombo que viven a diario en su ciudad habitual...
Muy bueno! Vengo de leer a Ro y me pareció muy original las dos visiones de un mismo hecho !!!
Un beso o 2 !
y quedaremos nosotros y volveremos a escribir...compré un cuaderno azul, el rojo ya se acabó...la camioneta era roja,verdad?
ResponderEliminarbesos*
vine aquí siguiendo el escrito de su amiga, muy buenos ambos. saludos.
ResponderEliminarRo y vos me han recordado...
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=j8FuPq_1OUc
Saludos cordiales
Agradece, agradece, agradece... Un gran abrazo.
ResponderEliminarMe pareció genial saltar de un post a otro blog.. (Con las dos maneras de verlo y contarlo)
ResponderEliminarSaludos.
La verdad es que nos volvemos un poco histéricos en las vacaciones... pero las echo de menoooos ;)
ResponderEliminarBesos abisales
me horroriza mar del plata como ciudad turística, todavía no me acostumbro y por eso me voy. "es increíble, cuando todos estan descansando es cuando ustedes más trabajan" dijo isma una de sus primeras veces por estos pagos y una clienta del local dijo, cuando le comenté que me estaba derritiendo por el calor, "a mi me encanta el calor, es cuando hago más plata". y de eso se trata esta ciudad, de hacer plata. pero no generando industrias o trabajos permanentes, sino con el turismo, tenemos que llenar las arcas durante tres meses y hacernos a la mar los otros 8. somos prostitutas por 3 meses y rameras todo el año. de diciembre a febrero nos ponemos dos broches en los cachetes para finjir que somos amables y nos bajamos los pantalones para recibir el dinero más rapidamente. y trabajar en temporada es agachar la cabeza frente a este putrefacto sistema.
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