esa era la única voz que lo había hecho sentir en un cuento, que le despellejaba la piel, los huesos, que entendía perfectamente lo que su pensamiento no podía expresar con palabras.
esa voz, lo hacía sentir en casa, era quien moldeaba su idioma.
la voz pertenecía a una mujer, quizá varias, pero en una. (de alguna manera todos somos varios al mismo tiempo). La mujer era como esa voz, o de alguna manera eran un complemento que unidos a la forma de decir las cosas y la manera de mirar conformaban un ser fuera del espacio-tiempo, lejos de las reglas y de los límites. Un ser detrás de las paredes, detrás del maquillaje de la luna o de la presión en las profundidades del mar.
sus ratos a solas eran únicos y para mantener ese valor debían ser irremediablemente pocos, ser esos ratos especiales que escapan al calendario, que cortan a la línea temporal y hacen que cuatro paredes sean el refugio perfecto donde no hace falta más que aire y esa voz. abajo, otra ciudad.
los enrriedos de caminos entre ambos ayudaban a conformar una relación exactamente como debía ser, o tal vez no, pero así era y "ser", en estos tiempos de escazes, es un privilegio para pocos.
lo cierto es que mientras él se sentía vivo mientras escuchaba el silencio, mientras disfrutaba de deambular en la paciencia de los últimos minutos juntos, comenzaba a preguntarse si ella sentiría lo mismo. En ese instante se miraron y él comprendió que ella pensaba lo mismo y los dos se dijeron con sus ojos que carecía de sentido la pregunta, carecía de sentido pensar en un juntos, pués ambos eran entonces una sóla persona.
S.D.
ResponderEliminarEl más bonito!!!